Cuando me recibí creí que iba a cumplir mi sueño de ayudar a las personas, pero poco a poco la realidad del sistema de justicia, de cómo funciona “la calle” y de mi falta de experiencia fueron minando ese sueño.

A los 30 años me di cuenta de que amaba compartir mis conocimientos con otras personas, siempre fui medio nerd, amo leer y en ese tiempo leí un libro que me voló la cabeza “Un mundo sin quejas”, sin pensarlo mucho arme un té en mi casa, invité a mis amigas, les regalé el libro y una pulsera a cada una para hacer un ejercicio.

Y a partir de ahí todos los sábados daba talleres gratis para ellas y las amigas que llevaban.

Ahora vivo soñando despierta pensando en nuevas maneras de ayudar a otros emprendedores a que vender se sienta como algo divertido, apasionante a que puedan crear ofertas que enamoren a sus clientes y a ganar dinero con ello.